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POLITICA

14 de mayo de 2025

Pepe Mujica: El último rebelde de la esperanza

A los 89 años, falleció José "Pepe" Mujica, el expresidente uruguayo que supo convertirse en una figura admirada a nivel mundial por su humildad, coherencia y visión humanista. De guerrillero a jefe de Estado, su vida fue una historia de lucha, resiliencia y amor por los más olvidados.

José Alberto Mujica Cordano nació el 20 de mayo de 1935 en Montevideo, Uruguay. Hijo de una familia humilde, desde joven abrazó las ideas de justicia social y cambio profundo. Su nombre empezó a resonar en la historia latinoamericana durante la década del 60, cuando se unió al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una guerrilla urbana que enfrentaba la desigualdad y la represión del sistema político uruguayo.

Por su militancia, Mujica pasó casi 15 años en prisión, muchos de ellos en condiciones infrahumanas: aislamiento, encierro en aljibes, torturas físicas y psicológicas. Fue durante esos años de oscuridad donde, paradójicamente, se forjó la luz que más tarde irradiaría al mundo. En sus propias palabras, “aprendí que no se puede cargar con odio porque el odio termina enfermándote por dentro”.

Con la llegada de la democracia, Mujica fue liberado en 1985. Lejos de buscar revancha, eligió el camino de la reconciliación. Fundó el Movimiento de Participación Popular (MPP), dentro del Frente Amplio, y fue electo diputado, senador, y más tarde, ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca. En 2010, a los 75 años, asumió la presidencia del Uruguay.

Su gobierno (2010-2015) fue atípico. No vivía en la residencia presidencial, sino en su chacra modesta en las afueras de Montevideo, donde cultivaba flores junto a su esposa, Lucía Topolansky. Donaba el 90% de su salario a causas sociales y viajaba en su viejo Volkswagen Fusca celeste. Fue un presidente que hablaba sin protocolos, que se emocionaba frente a una cámara, que usaba palabras simples para decir verdades profundas.

En lo político, su gestión impulsó leyes progresistas: legalización del aborto, matrimonio igualitario y regulación del mercado de cannabis, lo que colocó a Uruguay en la vanguardia de derechos humanos a nivel mundial. Pero más allá de sus políticas, lo que convirtió a Mujica en una figura universal fue su ejemplo de coherencia: vivía como hablaba.

Uno de sus discursos más recordados lo dio en la ONU, cuando denunció que la humanidad está atrapada en una cultura de consumo voraz que arrasa con el planeta y el alma. “Pobre no es el que tiene poco, sino el que necesita infinitamente más y desea más y más”, dijo ante líderes del mundo.

José Mujica murió el 14 de mayo de 2025, a los 89 años, tras luchar contra un cáncer que lo había alejado de la vida pública en los últimos meses. Fiel a su estilo, se despidió sin estridencias, rodeado de los suyos y en paz con su historia.


Una herencia sin oro, pero llena de valor

Pepe Mujica no deja herencias materiales. Su riqueza está en el ejemplo. Nos enseñó que se puede hacer política con los pies en la tierra y el corazón en la gente. Que el poder sirve si se usa para servir. Que la revolución más profunda es la que se hace sin odio, con ternura y constancia. Que la libertad no se compra ni se hereda: se construye todos los días.

Hoy América Latina pierde a uno de sus últimos sabios. Pero Mujica seguirá vivo cada vez que alguien elija la dignidad antes que el cinismo, el servicio antes que el ego, la flor antes que el fusil. Porque como él mismo dijo: “La vida es tan corta que no vale la pena vivirla peleando”.

Gracias, Pepe. Por tanto. Por todo.

Por Hugo Ovejero

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